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El Chapo Guzmán, el cine y el mal

La tercera detención del narco Joaquín Guzmán Loera, más conocido como el Chapo Guzmán, forma parte ya de la historia de la política, el periodismo y también de un cine que necesita como el comer de antihéroes, gángsters y mafiosos como el temido mexicano. El Chapo ha sido capturado por esa megalomanía que confunde a quienes se adentran en los inmensos océanos de la vanidad una vez que colman todos sus anhelos más o menos terrenales. El narcotraficante de mirada turbia quiso hacer una película sobre su propia vida y ese fue el hoyo que él solito se cavó. La realidad superó a la ficción, los polis cogieron al malo y el final de la película acabó con los huesos del Chapo en las entrañas de la prisión. Él sabía que era carne del celuloide -porque lo es-, pero deseaba un cine demasiado de autor. Y ahí te equivocaste, güey.
El cine, al igual que la literatura, requiere de una mirada lejana, de un cronista de Indias moderno, que desmenuce tu historia y la convierta en pasto de admiración general, como hiciera Mario Puzo con la mafia italoamericana en El Padrino, esa obra maestra que Coppola nos regaló luego en el cine. Pero cuando uno se construye a sí mismo en el plano de la ficción corre más riesgos de la cuenta, entre otros que te apresen en Sinaloa, ensayando la que podía ser la última escena de la peli, esa que habías dejado para más adelante, cuando estuvieras cansado de huir, ya en la vejez. Porque los malos, incluso en las cintas que conceden gloria y honor a los mafiosos, siempre terminan sus días en soledad, olvidados y con el amargo sabor de los recuerdos de una existencia entregada al crimen, la venganza y el odio.
El malo y el antihéroe son consustanciales al cine y a la literatura, que necesitan de la dialéctica, del enfrentamiento del bien y del mal. Pero a lo largo de la historia -real- del ser humano hemos aprendido también que los malvados debían estar cuanto más lejos mejor. Nos apasionan, pero a kilómetros de distancia o acaso al otro lado de la pantalla de un cine. Ahora que el narco está en la cárcel podrán hacer una película sobre él pero sin el ánimo hagiográfico que había cursado a sus más estrechos colaboradores, esos que urdieron un plan muy cinematográfico para su última fuga, una obra de astucia carcelaria sin parangón.
Fotos de Eduardo Verdugo (AP) y Rebecca Blackwell (AP)