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Descubrimientos médicos que llegaron por casualidad
Una vez a la semana suelo ir con mis amigos a un pequeño bar de Almería llamado precisamente Minibar, que a los almerienses exiliados suele provocarles nostalgia, igual que Casa Puga o El Quinto Toro, clásicos que nunca perdieron vigencia. El otro día coincidimos con el padre de unos amigos, un reconocido oculista que nos contó, entre lomo adobado y gambas a la plancha, una cosa bastante curiosa: la famosa operación de miopía con láser fue el resultado de un accidente de avión. La cabina del piloto estalló y cayeron algunos pequeños cristales en los ojos del piloto, que era miope. Estos cristales le produjeron pequeños cortes y cuando se recuperó había logrado una vista perfecta. ¿Un milagro? No, con este accidente se halló la manera de operar este defecto de la vista -más adelante mediante láser- del que hoy se aprovechan millones de personas. ¿No es curioso?
Luego hablamos de otros «milagros» de la medicina, que han llegado como producto de casualidades. Tenemos el caso de la penicilina de Alexander Fleming, quien se había marchado de vacaciones y olvidó unas con cultivos de bacterias que dejó al aire libre. Cuando regresó, la placa estaba llena de moho y al observarlas al microscopio descubrió que el moho, que eran hongos de Penicillium, había matado a las bacterias. Este descubrimiento fue determinante para salvar millones de vidas en las guerras, por ejemplo. Los toreros recibieron asimismo con enorme gratitud este hallazgo, pues antes de la penicilina cualquier cornada podía ser fatal. En los aledaños de la Plaza de Las Ventas de Madrid levantaron una escultura en memoria de Fleming, con un torero frente a él dándole las gracias con la montera.
Otro caso muy reciente -en 1992- es el de las pastillas de Viagra, que estaban destinadas a pacientes con afecciones cardíacas para prevenir la angina de pecho. Los participantes masculinos de la prueba del medicamento «sufrieron» otras consecuencias que, igualmente, millones de personas replicarían en adelante en las alcobas junto a sus parejas de cama. Creo que muchos -y muchas- han brindado a buen seguro, como los toreros, por los inventores de estas píldoras azules que han levantado la moral a la tropa. 😉